POR ALEJANDRO CORBACHO DOCTOR EN CIENCIAS POLITICAS Y RELACIONES INSTITUCIONALES
18/06/12
Los analistas internacionales, los políticos y todos quienes estudian la crisis de Greciacomparan lo que está ocurriendo por estas horas en la cuna de la civilización occidental con lo sucedido a finales de 2001 en la Argentina. La tentación es grande porque hay muchas similitudes en los dos casos, pero también, para analizar las particularidades, es bueno destacar diferencias.
Los dos países entraron en la pendiente por un exceso de endeudamiento, con una propuesta externa para que ajusten fuertemente sus gastos. A diferencia de la situación griega, en ese entonces la Argentina estaba sola, compartía sólo con Turquía su delicado estado, pero en la región la falta de compañía se podía ver con mucha claridad.
Grecia estuvo acompañada, pero es precisamente esa compañía la que la llevó lejos en su endeudamiento. Para entender de qué se habla: cuando los helenos mostraban sus estadísticas con las cuentas al día, tenían respaldo para endeudarse a los niveles de Alemania, pero con una economía notablemente menor.
La Argentina de 2001 se movía en esa soledad, sin una institucionalidad más amplia, como la de la Unión Europea, porque el Mercosur no tiene una estructura formal, con un Parlamento y una moneda común que sostener. Además se encontró con la política ejemplificadora del FMI, con Anne Krueger a la cabeza, que quería mostrarle al mundo lo que le sucedía a un país que no pagaba lo que debía . Como contraste, a los turcos, también endeudados y críticos como nosotros, por ser miembros de la OTAN, por esos días, se decidió salvarlos.
Algo parecido le pasa a esta Grecia, que a pesar de los fuertes ajustes, no la quieren dejar caer a los abismos porque su suerte arrastraría a muchos otros.
La recuperación argentina tras la tormenta estuvo vinculada a algunas medidas acertadas y al ascenso de precio de las commodities .
Habrá que ver si la realidad griega podrá contar con una ayuda como esa , pero lo que es seguro es que deberá contar con un cambio en las reglas de juego. Su economía no puede seguir el paso de las exigencias que llegan desde Alemania. Los países mediterráneos no pueden sostener la rigidez que impone Berlín. Eso les sirve a ellos y su receta no se puede replicar sin tener en cuenta las particularidades. No todos los integrantes de la Eurozona son iguales.
Grecia tiene una oportunidad si puede reestructurar sus deudas y sus plazos. Pero para eso las pautas de Maastricht deberán revisarse y pensar cómo integrar a esas economías más chicas.
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